Este 8M, Día Internacional de la Mujer, está irremediablemente marcado por la letal y despiadada invasión de Ucrania por parte de Rusia.
Un millón de personas han huido de su patria para salvar sus vidas, convirtiéndose en el mayor éxodo en Europa en décadas. El resto de la población ucraniana (40 millones de personas, de las que 46,3% son hombres y 53,7% mujeres), está defendiendo con su sangre los valores de Europa: la libertad, la democracia, y la autodeterminación de un pueblo.
El número de mujeres en las Fuerzas Armadas de Ucrania se ha duplicado en siete años, representando un 26% en la actualidad. Durante 2014-2020, más de 13 mil mujeres recibieron el estatus de participante en operaciones militares por participar en la ATO/OFC (Operación Antiterrorista/Operación de las Fuerzas Conjuntas en el este de Ucrania).
Sin embargo, titulares como “Mujeres y niños huyen mientras los hombres van al frente” o “Mujeres y niños escapan en masa” inundan los medios de comunicación y las redes sociales, omitiendo que muchos de los hombres de entre 18 y 60 años que se quedan lo hacen forzados por la Ley Marcial, y que son muchas las mujeres que, sin estar obligadas, han decidido no irse e incluso regresar a Ucrania para combatir y proteger a los suyos.
Las mujeres siempre han intervenido en las guerras desde que éstas se libran, en el frente, en la resistencia, en la retaguardia y al volante de convoyes y ambulancias; en las cabinas de aviones, en los hospitales curando a los heridos con poco más que un botiquín estándar y en las fábricas elaborando productos para el esfuerzo bélico. Con ello demostraron que podían desempeñar todo tipo de profesiones fuera del hogar. Algunas pudieron compartir sus experiencias y convertirse en historiadoras, profesoras, instructoras, coroneles y generales. Otras se enfrentaron a la pobreza y a la falta de reconocimiento por sus esfuerzos en la guerra. Y lo que no se cuenta, no existe.
Libros como “La guerra no tiene rostro de mujer” (2015), de la premio Nobel de Literatura Svetlana Alexievich, «la voz de los sin voz», muestra en esta obra maestra una perspectiva de la guerra ignorada hasta el momento: la de las mujeres que combatieron en la Segunda Guerra Mundial.
La identificación de la mujer como víctima o cuidadora en el conflicto es, lamentablemente, la visión más extendida a día de hoy. Las mujeres, lejos de ser vistas como agentes activos en la guerra, han sido consideradas como cuidadoras, fuentes de vida, o en el peor de los casos, como botines de guerra. De hecho, no existe ningún conflicto en la historia reciente en el que el sexo femenino no haya sido objeto de la violencia sexual; una violencia que, en tiempos de guerra, queda impune.
En el año 2000, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 1325 sobre las mujeres, la paz y la seguridad, que supuso un hito histórico al reconocer internacionalmente que la guerra afecta de manera diferente a las mujeres, instando a los Gobiernos a que garanticen la protección y el respeto de los derechos humanos de las mujeres y niñas, particularmente contra la violación y otras formas de abusos sexuales en situaciones de conflicto armado.
Esta Resolución también reafirmó la necesidad de incrementar la participación y representación de las mujeres en la prevención, gestión y solución de conflictos.
Desde entonces, se han logrado cambios, pero el ritmo es demasiado lento. De 1992 a 2011, las mujeres representaron menos del 4% de las personas signatarias en acuerdos de paz y menos del 10% de las personas negociadoras en las mesas de paz. Las mujeres actualmente representan únicamente el 4% de los más de 80.000 profesionales de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
Aunque la historia y los medios de comunicación solo glorifique las gestas de los hombres sobre el campo de batalla y en las trincheras, ningún conflicto bélico puede explicarse sin el papel desempeñado por las mujeres. Y no olvidemos que el postconflicto, la reconstrucción y la paz cotidiana también recae en las espaldas de las mujeres.
Confederación de Cuadros y Profesionales (CCP), con ocasión del Día Internacional de la Mujer, proclama que las mujeres sean vistas como agentes activos y fundamentales de la paz y no sólo como víctimas pasivas, y reivindica fomentar y aumentar la participación de las mujeres en la prevención, preservación, construcción y consolidación de la paz, para poder conseguir una paz más sólida y duradera, al tener en cuenta también a la otra mitad de la población que representan las mujeres.
“La paz está indisolublemente unida a la igualdad entre las mujeres y los hombres”
(Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, adoptada por la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, 15 de septiembre de 1995).
María José Fraile Monte
Secretaria de Igualdad y Conciliación